Repasando los límites geográficos de nuestro pueblo veo actualmente a Villalbilla, Anchuelo, Santorcaz, Pezuela de las Torres y Nuevo Baztán como términos municipales limítrofes. Sin embargo esto no fue siempre así, básicamente por dos razones, la primera por la existencia de un pueblo llamado Valmores que desapareció en el siglo XVII y la segunda por la creación y construcción de Nuevo Baztan ya en el siglo XVIII.
Así pues, en el momento en que nuestro pueblo se convirtió en villa lindábamos con Villalbilla, Anchuelo, Santorcaz, Pezuela de las Torres y la Olmeda de Valmores (Valdeamores). Hay bastante discrepancia entre autores sobre si la desaparición de Valmores provocó el nacimiento y generación de la Olmeda de la Cebolla o si la Olmeda de la Cebolla ya existía anteriormente. En cualquier caso, yo me atrevería a decir que si alguna vez hemos lindado con la Olmeda de la Cebolla tuvo que ser precisamente en el momento en que desaparece Valmores y hasta que se creó Nuevo Baztan.
En anteriores publicaciones ya comenté nuestro litigio histórico (ya cerrado en nuestra contra) con Nuevo Baztan por la posesión de la Fuente del Rey y no va a ser ahora cuando me pare a profundizar sobre este asunto.
El tema que os quería traer hoy es precisamente en torno a la desaparecida olmeda de Valmores, y es que la actual Senda de Valmores, senda natural que une Olmeda de las Fuentes y Nuevo Baztán esconde una terrible leyenda.
Hace varios siglos la Senda de Valmores acogía una aldea próspera en la campiña de Las Vegas, una aldea que prácticamente de un día para otro fue abandonada por sus habitantes tras producirse, según la leyenda, un terrible crimen sacrílego.
Todo comenzaba allá por el siglo XIV, cuando la tranquilidad de la aldea se veía interrumpida por la llegada de una nueva “dueña”. Y es que el señor feudal decidió, nadie sabe por qué, vender las tierras a una mujer de oscuro pasado relacionado con la brujería.
¿una bruja? Esta mujer, de oscuro pasado y mucho misterio, parecía ser una persona capaz de engatusar a cualquiera con tal de conseguir lo que quisiese, aunque para ello tuviera que poner al mismo diablo de por medio.
Enseguida los valmoreños entendieron que nada iba a ser igual, ya que el pueblo fue invadido por una guardia oscura que trasladaba los deseos de la Señora de Valmores, unos deseos entre los que se encontraban tener a su servicio a todas las mujeres del pueblo para trabajar en su casona, e impedir que los hombres hablasen entre sí mientras cultivaban las tierras.
Lógicamente, los vecinos no acataron demasiado bien las decisiones de la “dueña” y enviaron al alcalde, Martín “El Molinero”, a entrevistarse con la Señora, una entrevista que dejó muy claro las dotes “democráticas” de la mujer: ordenó la expulsión de sus tierras del hombre después de darle latigazos.
La dureza de trato hizo que todos obedeciesen sin rechistar a la Señora, pero la tranquilidad duró poco, ya que, pensando que los tenía controlados, la Señora de Valmores aumentó sus exigencias, subiendo el diezmo de las cosechas que debían entregar. Como es lógico, la decisión de subir los impuestos generó una revuelta en el pueblo que, de nuevo, la Señora de Valmores aplacó con dureza: secuestró a todas las mujeres en su caserón impidiéndoles volver a casa tras su dura jornada de trabajo.
La decisión de la Señora volvió a acallar a los hombres, que aceptaron el pago del nuevo diezmo, si bien no todos lo cumplieron. Demostrando más inteligencia que el resto de sus vecinos, un joven de nombre Rogelio quemó delante de los guardias los sacos de trigo en lugar de entregarlos. Rápidamente Rogelio fue detenido y conducido a presencia de la Dama, que debía dictar su orden de muerte. Pero cuando la Señora vio a Rogelio la historia dio un giro inesperado, ya que se sintió fuertemente atraída por el joven campesino, al que intentó agasajar con vino y caricias.
Rogelio se dejó querer, pidiendo a su “amada” la liberación de las mujeres a cambio de quedarse con ella. La Dama acceció, pero tras comprobar que las mujeres ya no estaban dentro de la casona, el propio Rogelio intentó escapar descolgándose con una cuerda desde la ventana del torreón donde la Señora se acababa de quedar dormida tras yacer con él.
Y la “fuga” hubiera terminado bien de no ser porque uno de los guardias oscuros de la Señora vio al campesino dando la voz de alarma. Tras escuchar el movimiento en la casona, Rogelio huyó todo lo rápido que pudo con los guardias pisándole los talones y yendo a refugiarse en la iglesia del pueblo, consagrada a Nuestra Señora de Valmores, pensando que se trataba de un lugar seguro.
La Señora había dictado orden de matarlo allá donde se encontrase, y eso mismo hizo uno de sus sirvientes, colándose en el templo y matando al joven de una puñalada en el corazón a los pies de la imagen de la Virgen mientras pedía clemencia.
Alberto Moreno reflejó en un mural la tragedia en un tablero de cuatro cuadros |
Ese mismo día los lugareños abandonaron la aldea de Valmores, saliendo cada uno bajo su elección a los cercanos pueblos de la Olmeda, Pezuela y Corpa y dejando el lugar despoblado al considerarlo un paraje maldito.
El final de la Señora tampoco fue mucho mejor, ya que ni sus propios guardias entendieron la orden de cometer un sacrilegio, algo que provocaba que poco tiempo después la Dueña fuera encontrada muerta en su casona y sin nadie que se atreviese a enterrarla.
En nuestros días aún se pueden ver los restos de aquel poblado. Y ahora que conocéis la leyenda aquellas ruinas tienen otro sentido, por lo que os animo a que una de vuestras esperadas salidas sea esta.
El paseo es bastante agradable y se puede hacer con niños si se deja el coche en el Nuevo Baztán. Los más atrevidos pueden salir desde Corpa a pie. Estás son las coordenadas del paraje:
Despoblado de Valmores Olmeda de las Fuentes , 40° 23' 0.5424" N, 3° 13' 19.632" W
Leyenda extraída del libro Javier Peralta en su libro Madrid: Cuentos, leyendas y anécdotas sobre la cruel dama de Valmores
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